El Diablo Sobre Teclas

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domingo, noviembre 26, 2006

Eficacia Absoluta

- Pero... ¡¿Todo ese carro lleno?!

- Sí. Nada menos que setecientas copias imprimieron de esta basura. Harán una buena hoguera.

- ¿Están todas?

- Por supuesto. Como de costumbre. Los impresores de Toledo guardan buena cuenta de todo lo que hacen. Ya nadie se arriesga a ocultarnos nada, desde el proceso a los hermanos Pérez, hace cinco años. No hay nada como un buen ejemplo para mantener las buenas costumbres.

- Pero sin embargo, siguen imprimiendo...

- No es culpa suya. Ellos no tienen autoridad para determinar si lo que imprimen está inspirado por Satanás. Ese es nuestro trabajo. Y, en realidad, colaboran con nosotros para detectar a los peligrosos. Casi todos los últimos casos han sido denunciados por sus propios impresores. Por supuesto... se llevan la parte del patrimonio del reo que les corresponde, pero esto no creo que lo sepan los propios acusados. De hecho, creo que debe ser una buena inversión para ellos.

- Además de que esto nos permite obtener una hermosa y ejemplar hoguera.

- Sí, eso también, Fray Pedro. La hoguera de los libros forma parte del ejemplo. Y lo mejor es observar la cara del reo mientras ve arder toda su obra. Estoy seguro de que no puede dejar de pensar que, mañana, será su propio cuerpo el que esté atado a la estaca. Por eso esperamos a que recupere el sentido, aunque nos cueste alargar el proceso unos días. A veces, a los verdugos se les va un poco la mano...

- Allí lo tenemos, Julián Chueca de Cáceres, aferrado a los barrotes de la ventana de su celda. Fíjese con qué ojos mira a los verdugos arrojar sus libros a la pira.

- Pronto su nombre será borrado de la faz de la Tierra, como es de justicia.

- Da gusto hacer un trabajo bien hecho, Reverendo.

- Sí, Fray Pedro. Nuestros métodos han mejorado mucho últimamente. Desde que implantamos la Ley del Absoluto Olvido, nuestra eficacia es envidiada en toda Europa.

- ¿Qué se comenta en Roma de nuestra Institución?

- ¿Roma? En Roma se han vuelto unos blandos. No sé como quieren que hagamos así nuestro trabajo. El Papa Urbano está haciendo el ridículo con todo el asunto de ese tal Galileo. Imagínate. ¡Ni siquiera va a ir a la hoguera! ¡Sólo lo han recluido en su propia casa! Si cayera en mi poder, lo estrangularía con mis propias manos...

- Antes atendían más a razones.

- Sí, pero incluso entonces cometían torpezas. Como hace treinta años, con aquel caso de Giordano Bruno. Quemaron su cuerpo, pero dejaron que algunas copias de sus escritos le sobrevivieran. De hecho, ahora todo el mundo conoce sus blasfemias y en el Norte hay gente que incluso está empezando a aceptarlas. Los italianos no se dan cuenta de lo fundamental del asunto, que no consiste en quemar al hombre, sino en hacer desaparecer su obra. Eso es lo más peligroso.

- Las doctrinas de Satanás...

- ¡En efecto! Las palabras del Enemigo se extienden como la peste. Si no se purifican por el fuego, acabarán consumiéndonos a todos. En la misma época de Bruno, mi equipo ya dio una lección de eficacia con el asunto de Pablo Carvajal. Aquel hereje de Sevilla.

- No le recuerdo.

- ¡Claro que no! ¡De eso se trata! El que no lo recuerdes nos demuestra que la Ley del Absoluto Olvido funciona. De hecho, no debería de haber pronunciado su nombre, ya que está prohibido. ¡Igual que no se podrá pronunciar, a partir de ahora, el nombre de Julián Chueca de Cáceres! Pablo Carvajal era un sevillano cuyos escritos sin duda alguna estaban inspirados por el mismo Diablo. Sólo leerlos ya provocaba dolor de cabeza. Sus teorías eran malignas. Afirmaba, por ejemplo, que nada podía desplazarse más rápido que la luz, claramente imponiendo límites a la omnipotencia de Nuestro Señor... Además, sostenía que cuando los cuerpos se acercaban a esta velocidad, el tiempo se alargaba y las distancias se contraían.

- ¡Horrible!

- Sí, toda una blasfemia contra la perfección del Creador. Aún recuerdo el título de su libro, aunque no lo debería de pronunciar: "Acerca de lo relativo en el movimiento de los cuerpos".

- Pero hoy ya nadie lo conoce...

- ¡Gracias a nuestra eficacia! Aplicamos los métodos del Absoluto Olvido. Quemamos su cuerpo y sus obras, borramos toda referencia a éstas o a la misma existencia de su endemoniado autor. Prohibimos pronunciar su nombre o hacer uso alguno de sus ideas, bajo pena de muerte. Cambiamos incluso los registros de nacimiento. Y enviamos a Carvajal y a su memoria de nuevo al infierno de donde nunca debió de salir. Para las futuras generaciones, Pablo Carvajal jamás existió. Sólo mediante estos métodos, conseguiremos que nuestra gente mantenga la cordura, y nunca estén expuestos a semejantes blasfemias.

- En Italia deberían aplicar los mismos métodos.

- ¡Y en todas partes! Fíjate lo que consiguió el Papa Clemente con Bruno y su estúpida idea de los infinitos soles. ¡Su ineficacia ha hecho que estas teorías diabólicas adquieran renombre!... Y esa manía de guardar una copia de los libros de la Lista en la Biblioteca del Vaticano... ¡Pero si es justo lo contrario de lo que tratamos de hacer! ¡Hay que eliminar toda memoria de las doctrinas de Satanás, y no preservarlas en una biblioteca para siempre! Y además, esa práctica absurda de conservar las transcripciones de los Autos de Fe... ¡Cómo si tuvieran algún interés las pobres defensas que hacen los acusados! ¡Todas esas prácticas fomentan justo lo contrario de lo que intentamos llevar a cabo!

- Menos mal que eso no pasa en Castilla.

- ¡Gracias a nuestro celo! No sé que sería del Mundo si hubiéramos permitido que estas doctrinas salieran a la luz y se extendieran como la peste. ¡Imagínate! Por ejemplo, todos esos ejemplares del libro que están ahora ardiendo en esa inmensa pira... ¿Sabes como se llamaba?

- Sé que tendré que olvidar su nombre a partir de ahora. Pero hoy aún lo recuerdo: "Sobre los cambios y variaciones en la naturaleza de los seres vivientes".

- ¡Exacto! ¡Este blasfemo endemoniado pretende hacernos creer que el ser humano no es más que un simio sin pelo, que ha descendido de los árboles! Y afirma que sus ideas se basan en las observaciones de unos lagartos y unos pájaros que pudo ver en unas islas de las Indias

- Tendremos que controlar más a los que viajan a las Indias... Parece que esa tierra ejerce una influencia diabólica.

- En efecto. Si yo hubiera sido consejero de la Reina Isabel, nadie jamás habría sabido de la existencia de aquellas tierras. Pero, en aquella ocasión, la codicia pudo más que la cordura.

- Bueno. Los tiempos han cambiado. Gracias a Dios, ahora nosotros estamos aquí para preservar nuestra Fe.

- ¡Cuanta razón tienes! Mañana terminaremos con este absurdo caso. Los verdugos ya están acabando. Ahí puedes verlos, echando al fuego la última copia del libro. Mañana su autor será igualmente pasto de las llamas purificadoras. ¡Nadie jamás volverá a oír hablar de Julián Chueca, ni de sus blasfemas ideas sobre la evolución de los seres vivientes!




1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

6/1/10 1:20 a. m.  

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