El Diablo Sobre Teclas

Uno más entre tres millones de blogs dedicados a llevar la contraria.

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sábado, julio 29, 2006

El último de los hombres

Sólo los individuos existen, si es que existe alguien
Jorge Luis Borges, El Otro.

Laast se inclinó un poco más hacia adelante, para acercarse a la hoguera. Hacía frío en la sierra, pero era mejor pasar la noche al abrigo de alguna cueva, como siempre había hecho su familia, que arriesgarse a bajar a las praderas, donde podía ser fácilmente víctima de alguna de las muchas fieras que bajaban al llano cada noche en busca de comida. Aquella era una mala época para los animales diurnos; una mala época para los hombres.

Sus ancianos le habían dicho (y a ellos se lo habían contado los ancianos de sus ancianos) que no siempre había sido así. Que hubo una época en la que el hombre dominaba sobre todo el mundo conocido. Que las personas se contaban por miles de miles, y que eran capaces de construir todas las herramientas necesarias para dominar sobre la naturaleza y no tener miedo ni a la noche ni al frío. Y que esta época dorada había durado mucho, mucho tiempo. Tanto que hacía mucho que se había perdido la cuenta de las estaciones.

Y en todo ese tiempo, los hombres habían pasado también por épocas de calamidades, pero siempre se habían repuesto. A veces, habían ocurrido largos períodos de intenso frío, que habían obligado a los hombres a buscar lugares más cálidos, otras veces, épocas de calor insoportable, que los habían hecho desplazarse al norte. Pero siempre el hombre se había recuperado y la cultura del hombre había sobrevivido. Y los mayores habían enseñado a los pequeños. Y los ancianos habían transmitido la sabiduría y las tradiciones de sus ancianos, generación tras generación, siglo tras siglo, milenio tras milenio.

Pero entonces llegó el día en el que aparecieron los demonios. Cientos de ellos. Miles de ellos. Hordas de demonios procedentes del Sur, con sus cuerpos repulsivamente delgados, sus pieles oscuras y sus cabezas horriblemente deformadas, con sus caras planas y sus cráneos grotescamente alargados en vertical. La piel de los demonios era repugnante, de un oscuro tono que no se parecía a nada que los hombres hubieran visto, y completamente desprovista de los suaves pelos de los hombres. Sus extremidades eran desproporcionadamente largas y flacas. Los demonios trajeron también su infernal tecnología. Unas armas nunca soñadas por los hombres, que les permitían abatir desde una distancia inimaginable a cualquier animal o a cualquier hombre cuya muerte desearan. Se adornaban con extraños ropajes, llenos de pesados abalorios, cosidos al tejido, y obedecían ciegamente a sus despiadados jefes, que siempre eran los más extrañamente adornados de los demonios, con tocados hechos de cabezas de animales muertos, y cuyos gritos inhumanos podían escucharse en la distancia.

Con la llegada de los demonios comenzó la tragedia de los hombres. Laast, por supuesto, no podía recordarlo, porque todo había comenzado hacia miles de primaveras, y el único mundo que él había conocido era el actual. En su vida siempre habían estado presentes los demonios. Pero cuando él era pequeño, recordaba aún los tiempos en los que su familia cada día se encontraba con otros grupos familiares de hombres y mujeres, que recorrían las praderas, en busca de caza. Y recuerda como sus ancianos le contaban que había que dejar ir a las mujeres que se enamoraban de los hombres de las demás familias, porque algún día una mujer de otro grupo se enamoraría de él, cambiaría su familia por la de Laast, y sería su pareja para siempre. Eran tiempos felices. Tiempos de ilusión. Tiempos de buena caza. A pesar del peligro siempre acechante de los demonios. Pero no había tantos demonios cuando Laast era joven, o al menos así le había parecido a él.

Un día, su familia se encontró con un grupo de demonios. Cuando Laast contempló por primera vez a uno de ellos, no le pareció tan terrible como le habían contado sus mayores. Los demonios no eran tan diferentes de los humanos. Deformes, eso sí. Agresivos, también. Pero estos demonios no hicieron mucho daño a su grupo. Se limitaron a llevarse a algunas de sus mujeres, sobre todo a las más jóvenes. Los hombres nada pudieron hacer por impedirlo, ya que los demonios les superaban en número y en armas. Así que lo mejor era acceder a lo que pidieran los demonios.

Contaban cosas atroces de lo que hacían los demonios a las mujeres. Se decía que si un demonio dejaba encinta a una mujer, fecundándola con su infernal semilla, la deforme cabeza del feto no podría jamás salir al exterior por la inclinada pelvis de las mujeres, de modo que ninguno de estos diabólicos engendros híbridos jamás podría llegar a nacer vivo, y la mujer moría infaliblemente en el parto, entre agónicos gritos de insoportable dolor.

Y los demonios no cesaban de robar a las mujeres de los hombres, tal era su crueldad y su lascivia. Cada vez hubo menos mujeres jóvenes en los grupos que se iba encontrando la familia de Laast. Así mismo, cada vez había menos grupos con los que encontrarse. Los encuentros con otras familias de hombres pasaron de diarios a semanales, de semanales a mensuales, de mensuales a esporádicos.

Cuando Laast tuvo edad de enamorarse de una mujer, no había ninguna mujer de la que enamorarse.

Poco a poco, la familia de Laast se fue reduciendo. Los ancianos fueron cayendo. Sus hermanos y primos fueron víctimas del frío, del hambre o de los animales. Un día, un gran oso atacó a su madre. Su padre había acudido al escuchar los gritos y, desesperado, se había abalanzado contra el oso, armado sólo con su hacha de piedra. Laast llegó algo más tarde. El oso se había ido. Enterró los restos de sus dos padres juntos, a la entrada de una cueva, con la cabeza dirigida hacia el exterior, hacia el sol, totalmente desnudos, como le habían contado sus ancianos que había que enterrar a los muertos. Procedemos de la naturaleza, y a la naturaleza hemos de volver. Laast se quedó completamente sólo.

Habían pasado meses y Laast no había encontrado rastro de ningún otro grupo de hombres. Por las noches sólo había podido ver las hogueras que hacían los demonios en los valles. Sólo había podido escuchar sus gritos. Laast había recorrido las sierras y los bosques, las montañas y los valles. Incluso había llegado hasta el mar. Convertido en un solitario, cansado, deprimido, se calentaba con el fuego que encendía cada noche y esperaba el día en que llegara la hora en que el último de los hombres desapareciera de la faz del mundo. Un mundo que sería heredado por demonios.



Epílogo:
En 1997, en la caverna georgiana de Ortvale Klde, en el Caúcaso, se encontró un esqueleto datado en 29.000 años, un adulto joven de neandertal. El cuerpo, a diferencia de la mayoría de otros restos neandertales, no presentaba signos de haber sido enterrado por sus congéneres, suponiéndose que había quedado recostado, sin más, sobre la roca viva. Se trata del resto de neandertal más reciente que se conoce. Se supone que los últimos neandertales sobrevivieron aislados en las zonas periféricas de su área inicial de distribución, que comprendía toda Europa y parte de Oriente Medio y Asia Occidental. Habían sido los únicos habitantes de Europa durante más de 200.000 años. Hace 40.000 años, los hombres modernos, o de cromañón, entraron en Europa y tardaron algo más de 10.000 años en producir la extinción de sus antiguos habitantes.

martes, julio 25, 2006

Cosas que hacer en Septiembre cuando no estás muerto

Nos vemos del 12 al 15 de Septiembre en el XIV Simposio Ibérico de Estudios de Biología Marina, que este año se celebrará en Cosmocaixa Barcelona. ¿Se puede pedir más?


sábado, julio 22, 2006

Cuidado con el Magnum, que está cargado

A los frikatólicos ultraconservadores de HazteOir.org no les ha gustado nada la nueva Campaña de Frigo para anunciar el Magnum, que tiene como protagonista a la sensual Paz Vega.



Así que han organizado una de esas ridículas movilizaciones del rebaño para boicotear la campaña, animando a sus ovinos seguidores a que bombardeen por e-mail a los responsables y a la propia Paz Vega. Para ello, han puesto en su página Web este formulario para permitirte enviar sin esfuerzo la siguiente carta (que no tiene desperdicio):

Estimados señores:

Ante la nueva campaña de Magnum "Descubre Tu yo", en el que se presenta a la actriz Paz Vega en actitudes homosexuales, les transmito mi malestar por ofrecer una imagen equívoca de la mujer, como si fuera normal desear a personas de tu mismo sexo, imágenes que al tiempo confunden a niños y a jóvenes sobre la auténtica naturaleza de la sexualidad humana.

Les significo que casi todos los consumidores de helados somos personas corrientes a los que este tipo de imágenes no nos incita a consumir helados sino, más bien al contrario, en casos como el mío, mis amigos o familiares, son una invitación a no comprar más productos Frigo salvo que retiren de inmediato una campaña tan dañina para la institución familiar, la juventud y la infancia.

Atentamente
[Nombre y apellidos]

* * *

Como a mí sí que me ha gustado la campaña (mucho) y lo que no me ha gustado nada -y además me toca bastante los cotiledones- ha sido la reacción ultratrasnochada de esta gente que pretende imponer su ideología arcaica a toda la sociedad, como si ellos fueran los portadores de la verdad absoluta, cuando todos sabemos que no son más que cuatro víctimas de una personalidad reprimida por una infancia atroz, entonces yo he aprovechado para modificar debidamente el formulario de esa misma página, de modo que les acabo de enviar a esos mismos responsables de Frigo el siguiente mensaje:

* * *

Tema: Felicidades por la Campaña

Atn. Unilever España
c/c Kees van der Graaf - Presidente para Europa,Stephen Williams - Secretario del Consejo y máximo responsable legal,Manvinder Singh Banga - President Foods, Tinkle Consultans, S.L., Paz Vega

Estimados/as señores/as:

Ante la nueva campaña de Magnum "Descubre Tu yo", en el que se presentan sugerentes imágenes de la actriz Paz Vega capaces de transmitir variadas sensaciones, mostrando una imagen de mujer segura de sí misma, sensual, misteriosa, libre y dueña de sus actos, valores todos ellos que considero positivos para cualquier persona, les transmito mi más sincera enhorabuena por ofrecer una imagen actualizada del ser humano de hoy, que rompe con los trasnochados estereotipos tradicionalistas e inmovilistas que determinados sectores minoritarios de nuestra sociedad pretenden imponer como propios a todos los ciudadanos.

Les comunico que, como consumidor habitual de helados, su campaña me resulta una apetecible invitación para seguir comprando más productos Frigo. Les animo a que en futuras campañas continúen con esta línea de acercamiento a la sociedad de hoy, rompiendo con estereotipos que corresponden a pasadas épocas que es mejor olvidar.

Atentamente
[Nombre y Apellidos]

* * *

Os animo a todos, si estáis de acuerdo con que la idea es de sentido común, a que copiéis y peguéis mi versión de la carta y, utilizando el mismo formulario que tan amablemente nos proporcionan los de HazteOir, hagáis llegar vuestras felicitaciones a los responsables.

A ver si así convencemos a los de Frigo de que la mayoría de los españoles somos gente normal, que tenemos en nuestro cerebro algo más que versículos, sumisión e intolerancia.

(Nota: Por si fuera poco, Frigo sabe perfectamente que el principal mercado de Magnum se encuentra entre los adultos. Pero esto no tiene mayor trascendencia; las fotos de Paz son perfectamente aptas para todos los públicos.)

(Otra Nota: Además, así, de paso, le he escrito mi primera carta a Paz Vega. Qué ilusión. Qué morbo. ¿Me contestará personalmente?)

viernes, julio 21, 2006

Por la boca muere el golfar

¿Quién nos lo iba a decir? A estas alturas, nos hemos enterado de que en las playas del Mediterráneo hay peces tan peligrosos como los tiburones, o casi.

Poca broma. El pasado 13 de Julio, sobre las 13:45 horas, una niña sevillana de 7 años fue atacada en plena Playa de San Juan (Alicante) por un pez inidentificado, que se dio a la fuga tras el incidente. Las autoridades locales, tras consultar a un experto pescador, se han apresurado a decir que, seguramente, se trate de un golfar.

Nombre de moda: golfar. ¡Y nosotros que no sabíamos ni que existía un potencial asesino entre nosotros! El golfar ha resultado ser el Pomatomus saltatrix, o sea, la anjova, chova, pez rey, tallahams, etc., según el pueblo donde nos lo encontremos. Al menos, el suceso nos brinda una ocasión estupenda para que la gente entienda la pequeña manía que tenemos los biólogos de citar el nombre científico de cada especie:



NOMBRES LOCALES:
Alicante: --> Golfar
Arenys de Mar: --> Tallahams
Arguineguin: --> Anjova
Arguineguin: --> Pejerrey
Arguineguin: --> Pez rey
Arguineguin: --> Rey
Arrecife de Lanzarote: --> Anjova
Arrecife de Lanzarote: --> Pez rey
Arrecife de Lanzarote: --> Rey
Barbate: --> Chova
Barcelona: --> Lliri
Barcelona: --> Titolero
Blanes: --> Lliri
Cadiz: --> Chova
Cambrils: --> Llobarra
Cambrils: --> Tallahams
Conil: --> Chova
Cullera: --> Anjova
Cullera: --> Tallahams
Ferrol: --> Chova
Huelva: --> Chova
Isla Cristina: --> Anjova
Isla Cristina: --> Chova
L'Ametlla de Mar: --> Tallahams
Las Palmas: --> Anjova
Las Palmas: --> Pez rey
Las Palmas: --> Rey
Palamos: --> Trencahams
Puerto de Santa Maria: --> Chova
Rosas: --> Tallahams
Rosas: --> Trencahams
San Carlos de la Rapita: --> Tallahams
San Carlos de la Rapita: --> Tallams
Sanlucar De Barrameda: --> Chova
Santa Cruz de Tenerife: --> Anjova
Santa Cruz de Tenerife: --> Pez rey
Santa Cruz de Tenerife: --> Rey
Santa Pola: --> Golfar
Tarifa: --> Chova
Tarragona: --> Tallahams
Valencia: --> Anjova
Valencia: --> Tallahams
Vilanova i la Geltru: --> Tallahams
Villajoyosa: --> Golfar

¿Lo entienden ahora? Con la mayoría de los peces pasa lo mismo. No sólo en cada pueblo se les llama de una forma, sino que, en muchas ocasiones, ¡se usan varias denominaciones en el mismo sitio! Para terminar de embrollar la cosa, el mismo nombre se puede usar en otro pueblo para designar a diferente animal. Así, a bote pronto, debe haber al menos una veintena de especies que responden al nombre de "Pez Rey" o "Pejerrey" en diferentes lugares de nuestra geografía. El empleo del nombre científico oficial Pomatomus saltatrix, es así imprescindible para que nos entendamos entre todos. El problema es aplicable para la mayoría de las especies de animales y plantas. O sea, que no me vayan a tachar de pedante la próxima vez que me vean escribir "tortuga mora (Testudo graeca)".

El caso es que este animal poco recomendable no había hecho nada digno de mención en dos mil años de historia, hasta la semana pasada. Se conocía, eso sí, su agresividad y sus ganas de luchar hasta el último momento cuando es capturado. No en vano, sus nombres catalanes, "trencahams" y "tallahams" se traducen, respectivamente, como "rompeanzuelos" y "cortaanzuelos". La afirmación del alcalde de Alicante de que la mandíbula de este pez puede cortar incluso el acero es, sin embargo, una exageración de pescador. Posiblemente, como mucho, pueda cortar el sedal. Es típico de este pez el volverse contra el pescador desprevenido para propinarle un buen mordisco antes de morir.

Y seguramente se debe a esta, seguramente merecida, mala fama el hecho de que se piense que ha sido precisamente un golfar el causante del ataque. Porque por lo demás, no hay nada más que nos haga sospechar que este pobre pez sea el culpable de tan lamentable accidente. Al golfar no se le ha concedido el beneficio de la duda, la constitucional presunción de inocencia. Lo único que vieron los presentes fue una sombra gris de unos 40 o 50 cm de longitud que se acercó como una exhalación a morder la mano de la niña, tras lo cuál desapareció rápidamente aguas adentro. Por ser, bien podría haber sido un espetón (Sphyraena sphyraena), un palometón (Lichia amia), un pez limón (Seriola dumerili) o incluso una caballa (Scomber scombrus). En el Mediterráneo no faltan peces carnívoros de tamaño mediano que puedan atacar, en un momento dado, a cualquier cosa que se mueva y brille de forma sospechosa.

Sospecho que las autoridades han preferido culpar al relativamente desconocido golfar, para evitar que cunda el pánico (por otra parte, innecesario). Imagino que hubiera sido peor decir que fue un espetón, primo hermano de la temida barracuda, o una Seriola, el carángido más grande del Mediterráneo, o una caballa, de la que se sabe que suelen viajar en bancos de cientos o miles de individuos. Lo que menos deseaban las autoridades para evitar alejar al turismo de las playas era que se corriera el rumor de que existen bancos compuestos por centenares de peces carnívoros atacando a los bañistas. Así que el golfar era la cabeza de turco perfecta. Mucho peor aún, desde luego, hubiera sido reconocer que no tienen ni idea de qué especie de animal pudo ser, y dejar que la imaginación popular llenara el vacío con enormes y alicantinos monstruos marinos ávidos de sangre fresca.

Esta historia tiene dos finales. El final bueno es que la niña, que fue operada en el Hospital General de Alicante, ha evolucionado bien, y ya ha recuperado la movilidad de los dedos de la mano. Ahora necesitará unos meses de rehabilitación, eso sí, pero todo habrá quedado en un pequeño gran susto.

El otro final, el que poca gente conoce, es mucho más triste. En la confusión del momento, la niña fue rescatada y atendida por un vendedor ambulante que se estaba ganando el jornal de aquel día en la Playa de San Juan, con toda probabilidad, un inmigrante sin papeles. Un héroe por un día que no dudó ni un segundo en meterse en el agua a rescatar a una niña que gritaba de dolor, rodeada de agua teñida de sangre, mientras el resto de la playa se preguntaba desde la orilla si un tiburón o algo peor les iba a fastidiar las vacaciones. Según parece, este samaritano del siglo XXI se ocupó de que la niña fuera rápidamente atendida por los miembros de la Cruz Roja, para luego desaparecer discretamente en el obligado anonimato de los ilegales. La familia de la niña sigue buscando su paradero a través de los periódicos, para darle las gracias. Pero no creo que aparezca. Los sin papeles que se ganan la vida intentando vender cualquier cosa por las playas españolas no merecen en este país ni ser nombrados en las noticias. Ya se sabe que la SGAE y la justicia española son más implacables que cualquier pez carnívoro que pueda acercarse a nuestras costas.

miércoles, julio 19, 2006

Limpieza en la Playa de Portbou

Hoy me ha dado por poner este pequeño post egocéntrico. Y es que he visto una foto nueva en Internet donde salgo yo, y eso no es algo que suceda todos los días (aunque en ésta, casi ni se me vea).

Se trata de una limpieza de fondos que hicimos en la playa de Portbou con los amiguetes del C.I.B. hará cosa de dos domingos... Yo soy el tercero de la fila que está de pie, ese que está con una chaqueta de neopreno azul y en bañador (ya que, como soy un desastre, se me olvidó mi traje de neopreno en casa, y me tuvieron que dejar la chaqueta; obviamente, me la dejó el colega que está en quinto lugar). De todas formas, el agua estaba casi para meterse sin neopreno. Como siempre, en la foto me cae sobre la cara un mechón de pelo que se me ha salido de la coleta (lo que mis amigos biólogos llaman el "lofóforo", cosas de frikis).



Portbou es un delicioso pueblecito marinero, a sólo 3 km de la frontera con Francia. O sea, de esos lugares privilegiados desde donde se puede ir andando a otro país (o buceando, ya que te pones). Imagino que en otros tiempos, esa frontera estaría vigilada con la correspondiente logística militar para impedir salir a los muchos que querrían salir (porque entrar, la verdad, es que querrían entrar pocos). Eran otros tiempos, al menos, en esta parte del Mundo. En otras partes, aún se pegan por las fronteras, aunque últimamente parece que a algunos países la existencia o no de fronteras les trae sin cuidado.

El caso es que el fondo de la playa estaba bastante limpio, para lo que acostumbran a estar los fondos mediterráneos. No sacamos prácticamente nada de basura digna de mención (bueno, yo encontré un bañador, pero no era de mi talla), la mayoría eran restos de petardos y cohetes de la reciente Nit de Sant Joan. En otros sitios se han sacado lavadoras, neumáticos y hasta motos completas. Así que, si queréis bañaros en una playa limpia, acudid a Portbou. Os aseguro que pasaréis un día inolvidable.

sábado, julio 15, 2006

The songs we sing go round and round

Hoy, a petición popular, y por primera vez en Internet... pondré algunas viejas letras de los Immaculate Fools. No creo que le vaya a sentar mal al viejo Kevin (Ray) Weatherhill. Total, casi todos sus discos están descatalogados, e incluso hay algunas canciones que jamás llegaron a ser editadas en CD, como las del primer LP, Hearts of Fortune. Auténtico vinilo de lo mejorcito. Los Fools siempre seguirán tocando en nuestros corazones.



Para ver las letras, pincha en los Comentarios o en este enlace, al post completo.

P.S.: El título del post, por supuesto, es un verso de The Wonder of Things.

viernes, julio 14, 2006

Los ginkgos

En la avenida donde se encuentra su casa crecen ochenta y seis ginkgos, ni uno más ni uno menos. No vayan a pensar mal, no soy ningún obsesionado por los números ni nada parecido. Es sólo que he subido y bajado por esa avenida infinidad de veces, hasta que hoy se me ha ocurrido, a saber por qué, cuantificar el encanto de aquel territorio. Ya decía Jostein Gaarder que, si uno de entrada tiene cierta predisposición a la melancolía, la biología evolutiva resulta una ocupación poco reconfortante.

Los ginkgos son unos seres fascinantes. Si existe un organismo que pueda representar la perseverancia y la trascendencia, ese es, sin duda alguna, el ginkgo. Cada ginkgo pierde todas y cada una de sus singulares hojas abanicadas cuando entra el otoño, y cada primavera vuelve a recuperarlas con más fuerza que nunca, y así lleva sucediendo desde el período Pérmico, hace 280 millones de años. Porque los ginkgos son los árboles más antiguos que se conocen, más antiguos que las coníferas, más antiguos que las cícadas mesozoicas. Aparecieron incluso antes de que se diversificaran los dinosaurios, y aún siguen viviendo. Aún siguen brotando las hojas en cada una de las ochenta y seis plantas que adornan la acera que bordea su avenida.

Hoy, como tantas veces, me he acercado hasta su puerta y una vez más, como tantas otras veces, en el último momento no me he atrevido a llamarla. Así que me he puesto a pasear, como cada día que vengo, por la avenida de los ginkgos, hasta llegar al parque por donde ella suele sacar a pasear a su perra. Me he sentado en el mismo banco de siempre, por si ocurría alguna coincidencia cósmica y ella aparecía por allí. No ha ocurrido. Nunca ha ocurrido. Yo me siento siempre en ese mismo banco, para ponerle las cosas fáciles, por si acaso ella me encuentra alguna vez allí y prefiere evitarme la próxima vez.

Pero no la he visto, ni ella me ha visto a mí. Aunque supongo que hoy habrá salido a pasear con Maga por el parque, como imagino que hace cada día. Maga es su perra. Se llama como la protagonista de Rayuela, aquella de la que se enamora perdidamente el narrador. Yo sé que ese narrador es Julio Cortázar, aunque lleve otro nombre en la novela, y siempre he querido creer que la Maga existió en realidad, y que Cortázar jugaba a encontrarse con ella por las calles de París, del mismo modo que yo ahora intento jugar a encontrarme con ella bajo los ginkgos de su avenida. Pero yo tengo mucha peor suerte. O será que esto no es una novela.

Maga es una schnauzer mediana de color blanco inmaculado, aunque eso da lo mismo. Siempre he pensado que las razas de los perros no importaban, porque todos no son otra cosa que lobos, Canis lupus familiaris; familiaris, eso sí, pero lupus al fin y al cabo. Si un lobo salvaje se encontrara con Maga, bajo los ginkgos de la avenida, el resultado serían más Canis lupus familiaris. No cabe duda de que serían preciosos y muy blancos. Cruzamiento con descendencia fértil: misma especie. Todos los conceptos de especie, por muy rebuscados que sean o quieran hacerlos los biólogos evolutivos, estarían de acuerdo. Así que la raza de Maga no importa.

Una vez me atreví a llamarla. Me armé de valor y, desde enfrente de la puerta de su casa, la llamé y le pedí que bajara a charlar un rato, mientras tomábamos un café. Aunque era invierno, y los ginkgos estaban desnudos, tomamos el café en la terraza del bar del parque, porque no dejaron entrar a Maga al interior. El frío no importaba. Y yo, que me moría de ganas de transmitirle mi angustia cósmica, de decirle lo solitaria e intrascendente que me parecía la vida sin ella. Pero sus ojos me enmudecían, y su sola presencia me impedía componer otras frases que no fueran insignificantes quejas sobre la crudeza del invierno, o lo triste que se veía la avenida sin el verdor intenso de las hojas de los ginkgos. Y su expresión entonces era de tristeza o de ausencia, como si estuviera recordando alguna escena infeliz de un pasado atormentado o, peor aún, como si estuviera siendo presa de una gran decepción. Y yo no pude hablar más.

Volvimos a su casa. Y la vi desaparecer tras las puertas de cristal. Y desde entonces, nunca más me volví a atrever a pedirle que bajara. Y siempre que voy allí, me dedico a pasear arriba y abajo por la avenida, y miro las hojas de los ginkgos brotar, marchitarse y desaparecer, brotar, marchitarse y desaparecer. Y me siento en el mismo banco, para que si me descubre pueda evitarme y no tenga que soportar mi charla insignificante y cobarde. Y vuelvo a casa cuando se hace de noche, sin haberla visto ni a ella ni a Maga. Y entonces, en la oscuridad, los ginkgos resultan amenazadores y poderosos, orgullosos y crueles, mostrando sin pudor su éxito evolutivo, que sí ha logrado vencer al paso del tiempo.

jueves, julio 13, 2006

Sigue Brillando, Diamante Loco

Ayer, 12 de Julio de 2006, abandonó este Mundo el cuerpo de Syd Barrett. Su mente y su alma ya hacía muchos años que lo habían abandonado.

Syd Barrett fue una de esas estrellas supergigantes, una de esas mentes tan ricas que no pueden evitar vivir demasiado rápido, agotando rápidamente su potencial hasta estallar en una explosión de proporciones cósmicas, que las convierte en supernovas y que contribuye a diseminar su semilla por el Universo, donde perdurará durante milenios.

Syd fue la mente que ideó y nutrió a Pink Floyd durante sus primeros años de existencia. De su pluma salieron las canciones míticas que originaron un nuevo movimiento en la historia del Rock, imitadas pero jamás igualadas por cientos de grupos. Su voz y su guitarra llenaban los primeros álbumes del grupo con fuerza omnipresente. Su fugaz paso por el grupo, sin embargo, sólo duro tres años (de 1965 a 1968), hasta que sus excesos con el LSD le convirtieron en un cuerpo sin mente, incapaz de mantener la atención durante los 90 minutos de un concierto. El resto de los componentes del grupo no tuvieron más remedio que prescindir de él y contratar a otro guitarrista genial, David Gilmour.

Syd continuó con sus excesos, rayando entre la esquizofrenia y la catatonia, engordó desmesuradamente, se rapó pelo y cejas, enfermó de diabetes y se encerró en su casa, donde su hermana se convirtió en el único vínculo que lo mantuvo a duras penas unido con la realidad durante décadas.

El Grupo no le olvidó. Dos de las mejores canciones de todos los tiempos están dedicadas a él. Se cuenta que, durante la grabación de Wish You Were Here, en los míticos estudios de Abbey Road, el grupo vió a través del cristal aislante como un loco calvo y con sobrepeso se tumbaba a dormir sobre uno de los sofás de la sala de espera. Cuando salieron, tras grabar la que para muchos es la mejor canción de la historia de la música, se encontraron a un irreconocible Syd Barrett, al que no habían visto durante años. Nadie le había llamado, y no tenía ni idea de que los Pink Floyd estuvieran grabando allí en ese momento. Simplemente, había sentido una llamada interior que le impulsó a ir hasta allí. Sea cierta o no la anécdota, no cabe duda de que se non è vero, è ben trovato.

La otra canción dedicada a él es mucho más transparente (todo lo transparente que puede ser la letra de los maestros de la psicodelia), y hasta su extraño título es un acróstico de su nombre: SYD: Shine On You Crazy Diamond (es curioso como otra canción cuyo título es un acróstico también incluye la palabra Diamond, me refiero a Lucy in the Sky with Diamonds, por supuesto; imagino que los diamantes deben aparecer con frecuencia en los viajes de LSD). La extraña letra de esta canción no es otra cosa que la historia de la vida de Syd Barrett. De aquella vida que se acabó en 1968, dejando un residuo apagado de la que fue una de las más brillantes supernovas de todos los tiempos, apenas unas ascuas, una estrella de neutrones que dejó de girar ayer, en 2006. Aunque las semillas de sus preciosos elementos, esparcidas generosamente por el espacio, formarán parte de nuestros cuerpos y nuestras almas durante mucho tiempo.



Wish you were here
(Gilmour, Waters)

So, so you think you can tell Heaven from Hell,
blue skies from pain.
Can you tell a green field from a cold steel rail?
A smile from a veil?
Do you think you can tell?

And did they get you to trade your heroes for ghosts?
Hot ashes for trees? Hot air for a cold breeze?
Cold comfort for change? And did you exchange
a walk on part in the war for a lead role in a cage?

How I wish, how I wish you were here!
We're just two lost souls swimming in a fish bowl,
year after year,
running over the same old ground, what have we found?
The same old fears.

Wish you were here!



Shine On You Crazy Diamond
(Gilmour, Waters, Wright)

Remember when you were young, you shone like the sun.
Shine on you crazy diamond.
Now there's a look in your eyes, like black holes in the sky.
Shine on you crazy diamond.

You were caught on the crossfire of childhood and stardom,
blown on the steel breeze.
Come on you target for faraway laughter,
come on you stranger, you legend, you martyr, and shine!

You reached for the secret too soon, you cried for the moon.
Shine on you crazy diamond.
Threatened by shadows at night, and exposed in the light.
Shine on you crazy diamond.

Well you wore out your welcome with random precision,
rode on the steel breeze.
Come on you raver, you seer of visions,
come on you painter, you piper, you prisoner, and shine!

Nobody knows where you are, how near or how far.
Shine on you crazy diamond.
Pile on many more layers and I'll be joining you there.
Shine on you crazy diamond.

And we'll bask in the shadow of yesterday's triumph,
sail on the steel breeze.
Come on you boy child, you winner and loser,
come on you miner for truth and delusion, and shine

miércoles, julio 12, 2006

La soportable levedad de la libélula

Rescato del olvido un viejo texto que siempre me ha gustado mucho, y ahora estaba prácticamente desaparecido. Espero que alguien más pueda disfrutar leyéndolo o releyéndolo.

Odonato no es una palabra que uno escuche todos los días, aunque, posiblemente sin saberlo, todos hemos visto un Odonato alguna vez. El nombre viene del griego y significa "con dientes", aunque difícilmente podríamos imaginarnos a partir de su etimología a qué tipo de animales nos estamos refiriendo. Se trata de las libélulas.

Las libélulas son seres fascinantes, casi mágicos. Su nombre en inglés (dragonfly o insecto dragón) dice mucho sobre el hechizo que ejercen sobre el observador humano. Supongo que será por su envidiable dominio del aire. Podemos observar a un abejorro moviéndose pesadamente de flor en flor o a una insoportable mosca haciéndonos la vida imposible en una tarde de verano. Los dos dominan el aire a su manera, pero ninguno es tan elegante, tan eficaz, tan... perfecto como las libélulas. Y así lo demuestran, porque todos los Odonatos son eficaces carnívoros, que dedican su día a hacer presa en otros incautos insectos, menos capaces que ellos para desenvolverse en el aire. Algunas especies vuelan a más de 40 Km/h y se sirven de esta capacidad para realizar auténticas migraciones.

Se considera a las libélulas insectos primordiales, arcaicos, por el simple hecho de que sus alas no pueden replegarse y siempre han de estar en ángulo recto con el cuerpo. Sus larvas, además, son acuáticas en casi todas las especies, indicando su origen remoto, en los tiempos en que aún los animales no se habían decidido por completo a invadir la tierra firme. El registro fósil lo confirma. Las libélulas dominan los aires desde el período Carbonífero y son, posiblemente, miembros del primer linaje animal que fue capaz de levantar el vuelo y comenzar a vivir en tres dimensiones. El caso es que ser arcaico, y poder vivir para contarlo, no es cosa desdeñable, porque demuestra que el plan de vida de las libélulas es tan eficaz como para haber resistido 360 millones de años, sin apenas cambios.

Las libélulas son, además, insectos grandes, muy grandes. La mayor especie europea, Anax imperator , llega a los 10 cm de envergadura y numerosas especies tropicales superan los 20 cm. No obstante, todas ellas se quedan pequeñas al ser comparadas con Meganeura, una libélula del Carbonífero que superaba los 80 cm de un extremo a otro de las alas. Un picotazo de este gigante, el mayor insecto volador que ha conocido el Mundo, debía de provocar un buen escozor.

Y aquí es donde quería llegar. Se nos ha dicho que los insectos no pueden ser muy grandes. Que hay cosas como la "ley del cuadrado-cubo" que lo impiden. La idea se basa en que el peso (y el volumen) de un animal aumentan con el cubo de su longitud, mientras que la superficie aumenta sólo con el cuadrado de la misma. Se nos ha dicho que el mundo de los insectos, gobernado por fenómenos de superficie, no puede ir mucho más allá del tamaño de una avispa. Cosas como el intercambio directo de gases a través de las tráqueas (los insectos no tienen pulmones y deben realizar todo el intercambio de gases a través de simple agujeros que los comunican con el exterior (tráqueas) o el esqueleto externo, que hace que en el interior no se pueda acumular un gran volumen de sustancia blanda, a riesgo de que colapse bajo su propio peso, hacen imposible la existencia de las hormigas gigantes que podemos ver en las películas de serie B de los años cuarenta.

Sin embargo, pese a las objeciones de los expertos, ahí está Meganeura, con su impresionante envergadura, respirando tranquilamente e incluso manteniéndose en el aire y volando activamente sin mayor problema, aunque la superficie de sus alas aumente con el cuadrado y su peso con el cubo de la longitud de su cuerpo. No es la única. Aunque no sean insectos, los siguientes ejemplos sí son Artrópodos y comparten con los insectos morfología y fisiología. En el Carbonífero existían milpiés, contemporáneos de Meganeura, de más de 10 cm de diámetro y que podían alcanzar una longitud de 2 metros, tan largos como un ser humano. Unos cuantos millones de años atrás, durante el Ordovícico, aparecieron (y, por suerte, desaparecieron) los más horribles monstruos que jamás hayan poblado nuestro planeta. Los Euriptéridos, o escorpiones de mar gigantes, alcanzaban una longitud de hasta tres metros y un peso estimado en varios cientos de Kilos, siendo los mayores depredadores de su tiempo. Aunque, eso sí, llevaban una existencia marina, lo que facilitaba el soporte de su enorme cuerpo carente de esqueleto interno. Aún hoy en día, los escarabajos tropicales como el Goliat o el Titán superan fácilmente los 30 cm de longitud y su cuerpo es rechoncho y robusto, tridimensional, a pesar de no tener soporte interno y de respirar mediante tráqueas.

No veo en realidad objeción mayor (excepto la competencia de otras especies y de los depredadores) en el hecho de que estos seres pudieran continuar creciendo y creciendo hasta alcanzar tamaños de película de serie B. La ley del cuadrado-cubo no tiene razón de ser en un mundo real dominado por la geometría fractal, donde las superficies pueden llegar a ser tan intrincadas cuya dimensión esté más próxima a tres que a dos y, por tanto, las tráqueas pueden llegar a todos los rincones del cuerpo tridimensional de un insecto. No veo razón por la que el esqueleto externo de un insecto no pudiera presentar repliegues hacia el interior que hicieran soportables los órganos internos. No veo por qué no podríamos ser atacados cualquier día de éstos por un ejército de hormigas de 10 metros de longitud. No os engañéis, aunque sería más tranquilizador que estas cosas fueran imposibles, la ciencia actual no puede descartarlas, igual que no puede negar la existencia de Meganeura.

En Mimic, una de las muchas películas de insectos gigantes que hemos podido disfrutar, en la cuál unas cucarachas mutaban hasta adquirir forma y tamaño humanos, los guionistas solucionaban el "problema" haciendo que los bichos protagonistas hubieran adquirido pulmones durante su anómala evolución. Supongo que esto pretendía dar credibilidad científica al trasnochado y poco ingenioso guión. Lo siento, señores guionistas. Los pulmones no eran necesarios. Las cucarachas gigantes podrían haber gozado tranquilamente de la soportable levedad de Meganeura.


Divulgar con la emoción

Mucho se ha escrito en este país sobre cómo se ha de divulgar la Ciencia. Me atrevería a decir que se han producido más páginas en España de esta curiosa metadisciplina que de divulgación científica real. Asociaciones de representantes de museos científicos organizan congresos multitudinarios, crean auténticas colecciones de libros de actas, presentan conferencias, cuelgan pósters, redactan manifiestos... Y se olvidan de escribir verdadera y pura divulgación.

Y yo opino que la divulgación científica tiene poco que ver con lo que se cuenta en todos esos libros de actas. Para mí, la divulgación se escapa a las normas de la ciencia, al método científico y a los estrechos cinturones que impone la racionalidad y la racionalización, para englobarse en el territorio mucho más libre de la literatura. Para que la divulgación cumpla su misión, debe llegar al corazón del lector. Y la única manera de lograrlo es a través de la emoción.

El lector de divulgación debe sentir ese vuelco en su interior, debe estremecerse con la lectura de unos buenos párrafos hasta que sus lágrimas pugnen por salir al exterior, o incluso rompa a llorar abiertamente. Si un lector no es capaz de sentir emoción con un libro de divulgación, no volverá a coger ningún otro. Porque las personas en sus ratos libres buscan algo que les sirva para escapar de la rutina del Mundo. Y no les sirve una lectura que intenta explicarles, precisamente, como funciona este Mundo, a no ser que la explicación en sí posea la suficiente validez literaria como para emocionarles. No buscamos leer en nuestro tiempo libre manuales de funcionamiento de la lavadora o del coche. Buscamos la poesía. Buscamos navegar por los mundos imaginados de nuestro intelecto, de la mano de un buen guía aborigen, que sea capaz de mostrarnos las maravillas que allí se encuentran.

Sólo escribiendo cosas que logren emocionar seremos capaces de inclinar la balanza a favor de la ciencia. ¡Cuánto más valor puede tener leer algún pasaje de Cosmos de Carl Sagan que cualquier panfleto sobre ovnis, astronautas fantasmas, o caras que aparecen en el cemento! ¡Cuánta más emoción nos puede producir leer las palabras de Stephen J. Gould sobre las falsas ideas genéticas de los Nazis (El Tajo Más Cruelísimo De Todos) que leer cualquiera de los libros sobre horóscopos que se publican cada comienzo de año! No hay nada en los libros de J.J. Benitez ni remotamente comparable al estremecimiento que uno siente cuando lee a Eduardo Battaner contar la historia de la máquina que construyó el astrónomo andalusí Azarquiel en Toledo, a orillas del Tajo (Planetas).

La divulgación es creación. La divulgación es literatura. La buena divulgación es incluso poesía. Da igual lo que nos cuenten los teóricos de la comunicación científica. Divulgar es emocionar. Punto.

* * *

El ejemplo de Carl Sagan, para contarnos la historia de la caída de la Biblioteca de Alejandría (Cosmos):


El último científico que trabajó en la Biblioteca fue una matemática, astrónoma, física y jefe de la escuela neoplatónica de filosofía: un extraordinario conjunto de logros para cualquier individuo de cualquier época. Su nombre era Hipatia. Nació en el año 370 en Alejandría. Hipatia, en una época en la que las mujeres disponían de pocas opciones y eran tratadas como objetos en propiedad, se movió libremente y sin afectación por los dominios tradicionalmente masculinos. Todas las historias dicen que era una gran belleza. Tuvo muchos pretendientes pero rechazó todas las proposiciones matrimoniales. La Alejandría de la época de Hipatia —bajo dominio romano desde hacía ya tiempo— era una ciudad que sufría graves tensiones. La esclavitud había agotado la vitalidad de la civilización clásica. La creciente Iglesia cristiana estaba consolidando su poder e intentando extirpar la influencia y la cultura paganas. Hipatia estaba sobre el epicentro de estas poderosas fuerzas sociales. Cirilo, el arzobispo de Alejandría, la despreciaba por la estrecha amistad que ella mantenía con el gobernador romano y porque era un símbolo de cultura y de ciencia, que la primitiva Iglesia identificaba en gran parte con el paganismo. A pesar del grave riesgo personal que ello suponía, continuó enseñando y publicando, hasta que en el año 415, cuando iba a trabajar, cayó en manos de una turba fanática de feligreses de Cirilo. La arrancaron del carruaje, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas, su nombre olvidado. Cirilo fue proclamado santo.

La gloria de la Biblioteca de Alejandría es un recuerdo lejano. Sus últimos restos fueron destruidos poco después de la muerte de Hipatia. Era como si toda la civilización hubiese sufrido una operación cerebral infligida por propia mano, de modo que quedaron extinguidos irrevocablemente la mayoría de sus memorias, descubrimientos, ideas y pasiones. La pérdida fue incalculable. En algunos casos sólo conocemos los atormentadores títulos de las obras que quedaron destruidas. En la mayoría de los casos no conocemos ni los títulos ni los autores. Sabemos que de las 123 obras teatrales de Sófocles existentes en la Biblioteca sólo sobrevivieron siete. Una de las siete es Edipo rey. Cifras similares son válidas para las obras de Esquilo y de Eurípides. Es un poco como si las únicas obras supervivientes de un hombre llamado William Shakespeare fueran Coriolano y Un cuento de invierno, pero supiéramos que había escrito algunas obras más, desconocidas por nosotros pero al parecer apreciadas en su época, obras tituladas Hamlet, Macbeth, Julio César, El rey Lear, Romeo y Julieta.


lunes, julio 10, 2006

Han matado a Bruno

El pasado 26 de junio mataron a Bruno. Bruno llevaba siete semanas en territorio alemán, a donde había llegado desde Italia, atravesando los Alpes Suizos. El gobierno de Baviera, haciendo oídos sordos al creciente movimiento popular que imploraba su supervivencia, había emitido una cruel y definitiva orden de búsqueda y ejecución: "disparen a matar". Bruno tenía sólo dos años de edad y los días contados.

No, no estoy hablando de ninguna historia inventada. No es el guión de la próxima película de animación de Pixar. Es la pura realidad. Bruno era un oso pardo. El único oso pardo que ha pisado Alemania en los últimos 170 años (y, en vista de lo sucedido, dudo mucho que llegue ningún otro). Bruno formaba parte de un programa del Gobierno Italiano para reintroducir el oso pardo en los Alpes Meridionales (en italiano este animal se llama precisamente "orso bruno"). Pero, quién sabe por qué motivo interno, decidió viajar al Norte. Quizá, como un italiano más, sólo quería ver a su selección ganar su cuarto Mundial de fútbol, aunque dudo mucho que a los osos les interesen esas estupideces humanas. En cualquier caso, no llegó a verlo. Un cazador anónimo lo abatió un lunes de madrugada.

A Bruno, por desgracia, sí que le interesaba comer, y desde su llegada a Baviera había ido dejando un rastro de ovejas muertas e incluso había atacado un criadero de conejos. Entre sus delitos se cuenta también un asalto a un panal de abejas. Ya se sabe cómo le gustaba a Bruno la miel. Por desgracia, su equipaje no incluía tarjeta de crédito para comprar comida en los supermercados alemanes, ni creo que hubiera sabido de la existencia de la moneda común, así que se tuvo que servir de lo que encontraba a su paso para sobrevivir. No hay muchos panales de miel sin dueño en Alemania, y dudo mucho que haya en todo el país animales salvajes suficientes para abastecer durante siete semanas a un oso en pleno crecimiento. Era inevitable que atacara algún rebaño, y que atentara de este modo contra la propiedad de algún granjero, humano europeo de pleno derecho. Era inevitable que el gobierno bávaro pasara a considerarlo un problema que debía ser erradicado. El Gobierno se gastó 25.000 euros en contratar a un equipo de cinco tramperos finlandeses, acompañados por seis perros especialistas en cazar osos, cuya misión era capturar a Bruno vivo. Incluso, alquilaron un helicóptero durante 24 horas al día, capaz de llegar a cualquier parte de los Alpes Bávaros en 30 minutos. Pero tras varias semanas de búsqueda infructuosa, ambos contratos fueron cancelados. Había llegado la hora de que los cazadores bávaros sacaran brillo a sus fusiles. Y los fusiles no fallaron.



Christian Gareis, un excursionista que estuvo siguiendo a Bruno el sábado anterior a su muerte relata que llegó a tenerlo a cinco metros de distancia. Dice que estuvo llamando a la Polizei cada diez minutos, para mantenerles informados de la posición del oso en todo momento. Pero en una de las últimas llamadas, le respondieron que el Ministerio ya había declinado hacer nada por salvar la vida del oso. "A lo largo de ese tiempo, podrían haber disparado un dardo tranquilizante al menos una docena de veces" -cuenta el excursionista- "podrían haberlo capturado vivo fácilmente".

¿Cuánto vale la vida de un oso pardo? ¿Vale más o menos que unas cuantas ovejas y conejos muertos, que de todas formas hubieran acabado en el matadero? ¿Vale más o menos que un panal de miel destruído? ¿Vale más o menos que la de un ser humano? Desde luego, si el valor fuera en función de la singularidad, la vida de Bruno era impagable. Hay muchas ovejas en Alemania. Hay muchos seres humanos. No hay ningún oso. Desde luego, el argumento es falaz. Cada ser humano es irrepetible, único, singular. Cada vida de un ser humano es preciosa, impagable, inalienable. ¿Y la vida de un oso pardo? Si exceptuamos Finlandia (ya que Rumanía aún no es miembro de pleno derecho, hasta 2007 al menos), en todo el territorio de la Unión Europea no habrá más de cien osos pardos (la mayoría en España, en la Cordillera Cantábrica). Un macho joven es una pieza de naturaleza única e irrepetible. Un saco de preciosos alelos genéticos que desaparecerán para siempre con él, un considerable porcentaje de la diversidad genética de su especie. ¿No es este motivo suficiente para perdonar la vida de Bruno? Esta claro que no, al menos no para el gobierno bávaro.

Es evidente que en esta sociedad que hemos creado ya no hay sitio para los osos. No en la civilizada Europa. En alemania no se veía ninguno desde 1835. Tampoco se ven ya por allí bisontes, nutrias, avutardas, lobos, linces... Alemania es un país desarrollado, no necesita de esas cosas. No necesitaba a Bruno, no era más que un problema que había que solucionar. Ahora, la piel de Bruno será convenientemente embalsamada para mostrarla al público, nada menos que en el "Museo para la Gente y la Naturaleza" de Munich, mientras que sus huesos serán conservados y utilizados en alguna facultad de Biología alemana, para enseñar a los estudiantes cómo es un oso pardo. Ese oso pardo del que los futuros biólogos alemanes no podrán conocer más que sus huesos. Ese Oso Pardo que aparecerá en los libros de cuentos que leerán los futuros niños alemanes, y no les resultará entonces más real que el Dodo, el Moa, o el Triceratops.